La Reflexión
- Luis R. Obeso
- 25 sept 2016
- 2 Min. de lectura
Conseguir historietas fue una difícil constante en mi ciudad natal desde hace muchos años. Lo más común era ver tiras cómicas de Oláfo, Mafalda, Tarzán y Popéye en los periódicos. Hoy por hoy las cosas han cambiado un poco, pero no lo suficiente en comparación a otras ciudades donde las historietas poseen un inmenso valor cultural. Tal vez esta problemática fue el caso en algunos otros países, ciudades, pueblos y lugares del mundo; y tal vez aún lo sea. Pero es gracias a los diferentes medios de difusión con los que hoy contamos, que nos es mucho más asequible poder obtener historietas que son de nuestros gustos. Nuevos trabajos que son producidos día a día, y que, por sea cuales sean las razones, pueden ser de nuestro entero interés. Esto ha sido, sin dudas, una excelente oportunidad de conocer aún más sobre este mundillo. Sin embargo, a pesar de las facilidades de las que se puede disponer en estos días, muchos todavía preferimos valernos de la piratería para disfrutar de las emocionantes ideas que son llevadas viñetas tras viñetas. No pienso que la piratería sea algo totalmente malo. Todos, en gran parte de nuestras vidas nos hemos visto muy favorecidos de ella. Muy difícilmente habrá alguien que nunca haya descargado unos cuantos números de algún cómic en especial. Y eso se entiende. De hecho, pienso que lo escrito en el primer párrafo de este artículo nos indujo, en cierto modo, a beneficiarnos de las descargas ilícitas. Y yo, mediante estas líneas, aprovecho para agradecer a aquellas personas que se toman el trabajo de compartir, y dejarnos conocer esos trabajos para también tener la oportunidad de disfrutar. Ahora bien, como dije, no creo que la piratería sea mala. No obstante, acostumbrarnos a ella sí que está muy, pero muy, pero muy mal. Los señores que invierten su tiempo plasmando trazos y diálogos en cada hoja para llevar a cabo infinidad de historias, no hacen esto sólo por amor al arte. Ellos necesitan comer, tienen familias que mantener y, al igual que nosotros, tienen otras necesidades. La manera de retribuirles su trabajo es pagando por el ejemplar que desees tener en tus manos, en tu computadora o en tu dispositivo móvil. No debería ser costumbre adquirir una historieta únicamente de manera gratuita. Conozco personas a las que les encanta el cómic, pero no son capaces de pagar por algo que ya leyeron en una página de internet. Otras que, a pesar de tener el dinero, optan por obtenerla gratuitamente. Está bien tener uno que otro de esta forma, pero ¿de verdad te gustaría ser un fan de las historietas y sus icónicos personajes sin haber sido capaz de gastar ni un solo peso por una de ellas? ¿Sólo porque tienes un sinfín de cómics que encontraste en un blog de descargas? Este artículo no es para juzgar a nadie, es para que muchos criemos conciencia. Piensa que, si pagas por lo que te gusta, los artistas podrán seguir ofreciéndonos sorprendentes historias.
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